miércoles, 23 de mayo de 2018




EL AYER DE FRESNO DE LA VEGA

Por Bonifacio Fernández Arteaga
Parte 4





Pero a estos dos monaguillos
Muy poco antes de cesar,
Les sucedieron más cosas
Propias de imberbes chiquillos,
Alguna de ellas graciosas,
Que quiero ahora relatar.

Había en Fresno una señora
Anciana y algo beata
Que madrugaba y en bata
Siempre a la misma hora,
Al sentir sonar las campanas
A la iglesia iba deprisa
A recibir en la misa
A Aquel a quien más adora.
Como es natural, en estas
Ocasiones, que son fiestas
Para algunas criaturas,
Has de estar en ayunas
Par poder comulgar.
Lo dicen todos los curas
Y se anunciará esto mismo
En cualquier catecismo.

Tras el ayuno ¿Qué viene?
Pues que llega el gusanillo.
Que uno come lo que tiene
Y no es ningún disparate
Que la señora en pocillo
Llevase el chocolate

Lo dejaba tras el altar
Protegido por un santo
Y cubierto con un canto
Y después a comulgar.

¿Qué aconteció en el regreso?
Que la señora exclamaba:
“¿Qué ha sucedido? ¿Qué es eso?
¡Ay dios mio! ¡Ay dios mio!
El pocillo está vacío
Y ya no está donde estaba
Ni tapado con el canto.
Por su religiosidad
Dijo con ingenuidad:
¿Sería el santo? ¿Sería el santo?
Como supe yo después
El santo era san Moisés.

Una cosa muy aparente
Sucedió al día siguiente,
Pero cambiando de altar.
Aunque también trajo el canto
Para el pocillo tapar
Llenito de chocolate
Porque dijo: ¡Tate! ¡Tate!
No me fío de aquel santo.

Pero cosa parecida
Le sucedió a su venida
Callandito y muy despacio
Sin hacer ruido con los pies
Esta vez no fue Moises.
El santo era Bonifacio.

Moraleja:
No te fies de chavales
Que parecen muy formales.










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