domingo, 3 de junio de 2012

EL MOLINO DE FRESNO

Disculpas: problemas con internet han ocasionado dificultades para subir las correcciones. Ocasionando que se fueran incorporando de forma aleatoria,  mezclándose con los textos anteriores y desbaratando el sentido de lo que se pretendía decir.

Los molinos aceñas (es decir los que están construidos encima de un cauce de agua)  son sitios mágicos.  Por eso,  porque el agua pasa por debajo y están rodeados de abundante vegetación,  de flores,  de árboles... y porque, normalmente, se llega a ellos por caminos que discurren paralelos a la vía del agua, bordeados, a su vez, de flores y árboles, recorriendo parajes bucólicos.  Y porque ocupan una página en la historia de nuestra subsistencia.  

Si, encima, nos dejan entrar y ver de cerca  todo el apartaje, la herramienta y las máquinas complementarias que sirvieron para triturar cereal,  produciendo harina para pan y otros derivados,  podemos pasar una mañana o una tarde de lo más ameno. 




 En particular, si uno tiene la suerte de escuchar las explicaciones de Cesarino Calleja en el de Fresno. Eso ya es lujo.  Claro, lo conoce desde que nació y ejerció algunos años el oficio;  pero no lo puede disimular, se le nota la pasión: por su casa, su molino y su oficio del que, ahora, está apartado... pero solo un poco.  Se le escapa el molinero por la boca,  tiene el don de la comunicación y una vena pedagógica tal que mientras escuchas,  piensas que al salir de allí sabrás tanto como él.  No es así a pesar de que la explicación es completa y minuciosa hasta el último de los detalles..., pero la memoria es la tuya y te la juega.  Eso sí... te contagia el gusanillo por el tema. 




Lamenta mucho haber desmontado, en los años ochenta,  una parte sustancial de lo que fue el molino de su padre, Cesarino Calleja Moratiel.  En concreto todos  los equipos de limpieza del cereal que, cuando llegaba al molino lo hacía mezclado con pajas, piedras y otras brozas.  Estos aparatos ocupaban la mitad sur del local de abajo y parte de la planta primera, donde también estaba y continua estando,  la vivienda familiar. Lo hizo para facilitar su trabajo que, en aquel momento, quería enfocar hacia la fabricación doméstica de piensos para ganado. 

En esa época introdujo la ayuda de un molino eléctrico (el motor que se ve en la parte inferior de la fotografía de arriba es el de este molino y el  propio molino lo vemos en la de abajo; él lo toca con la mano). Sin embargo,  conserva, y en muy buen estado,  todo el apartaje correspondiente a la molienda:  la rueda,  de gran diámetro,  que iba sumergida en el cauce  y giraba obligada por el empuje del agua, y cuando no había que moler,  el agua era desviada hacia un lateral de la presa mediante una compuerta para que no la moviese.  El movimiento  de la rueda se transmitía mediante un eje y un sistema de engranajes (todos a la vista) a la muelas, formadas, cada una de ellas,  por dos piedras de sílex. Una sobre otra y ambas de diámetro y espesor considerables.  Una, la de abajo era fija y  sobre ella giraba la de arriba para triturar, entre ambas,  el cereal que se iba suministrando poco a poco y en cantidades pequeñas (para que no se obstruyese el equipo)   saliendo al exterior por el contorno de las mismas cuando ya estaba molido. 
 Éstas, las muelas,  son dos como se puede ver en  fotografía siguiente tomada en la jornada de puertas abiertas de la pasada Semana Santa, e igualmente se ven en la foto de intermedia de las tres de arriba tomadas en el interior; están protegidas,  cada una de ellas, por un cuerpo de forma exagonal en madera. 
  

Este producto "en basto"  había que pasarlo a la limpiadora que vemos en la imagen de arriba y allí se separaba la parte más pesada, las cortezas o salvado,  de la harina que, aún,  no había llegado al final del proceso.  Mediante un elevador sinfín se trasladaba al piso de arriba desde donde volvía a bajar pasando por una especie de tubos de seda natural que con movimientos mecánicos realizaban el último filtrado de lo más fino, la llamada "flor de harina".  
No es seguro que transcripción no contenga errores, pero César me perdonará.  Si le parece que haga las correcciones que crea.  Y si no,  cuando expongan la maqueta en la que llevan trabajando dos años y en la que él está muy volcado asesorando a los profesionales que la realizan,  tendremos ocasión de deshacer errores ya que irá acompañada de un panel explicativo del proceso de molienda.

 Todo esto te lo va contando César,  mientras se detiene en todos y cada uno de los  detalles, por mínimos que parezcan: el nombre de cada pieza, el material con el que está hecha,  por qué ese material y no otro; el fabricante y la edad de cada máquina,  en qué año fue sustituida o reparada,  donde fue adquirida. 
En lo que más insiste es en lo delicado del trabajo de picar las piedras.  Porque de ello,  de la profesionalidad del picador y de la perfección con que lo haga depende el buen molido y la conservación del equipo.  También insiste en lo peligroso del trabajo porque quien lo hace traga polvo de sílice y muchos molineros enferman de silicosis.

Ahora ya entiendes a las asociaciones de amigos de los molinos que hacen rutas, sobre todo a pie, dedicando los fines de semana desde la primavera hasta el otoño a visitar estas instalaciones industriales tan numerosas antaño: solo en la provincia de León, hubo más de cuatro mil  molinos de los que,  lamentablemente, a penas quedan unos setecientos, según el historiador coyantino Javier Revilla. Dejaron de trabajar por diversas razones,  la más importante de ellas, la obsolescencia del procedimiento frente a las modernas instalaciones mecanizadas y hasta robotizadas.  
Pero las  causas de que desaparezcan las edificaciones y sus equipos son de muy diversa índole.  Es el caso del molino de Cabreros,  que se quemó hace uno o dos años.  
Incluso hay que tener en consideración los costes de su mantenimiento en paro que son importantes.  Y el valor que, en el mercado museístico y de anticuarios,  tienen sus elementos;  razón por la que muchos deciden vender antes de que se eche todo a perder por abandono.

No es el caso del molino de Fresno, donde,  el edificio, prácticamente toda la maquinaria, así como las herramientas y aperos, gracias al interés y al cariño de la familia propietaria, se encuentra en excelente estado de conservación e incluso de  recuperación, ya que están empeñados en reconstruir la totalidad del mismo en la  maqueta ya mencionada.

Al  modificarse, en la última concentración parcelaria, el recorrido de la presa de Rodrigo Abril y San Marcos (a la que el historiador Ramón Gutierrez que escribió el libro de la historia nuestro pueblo dedica un muy extenso capítulo en el que da amplia cuenta de su historia, beneficios y conflictos. Igualmente dedica otro capítulo a los molinos) se perdió, lamentablemente, una de sus señas de identidad.



El pasado día de Sábado Santo, coincidiendo con la presentación del libro de Fresno, celebraron una jornada de puertas abiertas que despertó interés tanto en el pueblo como en la comarca y hasta en León de donde llegaron autobuses.  En esta jornada contaron con  la maqueta, del molino, realizada por Felix Morán y que fué presentada en la pasada feria del pimiento, despertando la admiración y la curiosidad de todos nosotros. 





 Si alguien tiene curiosidad por conocer más molinos, con este enlace se accede al blog del historiador, natural de Valencia de D. Juan,  Javier Revilla Casado: "Patrimonio industrial harinero".  No lo lamentará.  http://harineras.blogspot.com.es/






OTRAS COSAS DE FRESNO




ya estamos en el ciberdespacio (internet en España)





1 comentario:

benjamín dijo...

Hola, buenos días. Quería contactar con vosotros por el tema de un libro que estoy cerrando. Gracias. Benjamín 659 400 135